En octubre de 1 965, Jorge Luis Borges esperaba
recibir una buena nueva. Su nombre sonaba para
el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, la
noticia nunca llegó. Quien sí lo visitaba en un
hotel de Buenos Aires era el periodista Rodolfo
Bracel i . Ll evaba una grabadora. Una de l as
preguntas fue esta: ¿Pensó alguna vez en el
suicidio? Luego, Borges respondió con naturalidad.
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El creador de El Aleph se sinceró. Le dijo a su
interlocutor que sí. Que un día había tomado la
decisión, pero que luego pensó en que “con tener la
idea” era suficiente.
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“Recuerdo que hasta
pensé en adquirir una
navaja
, una navaja de acero de Inglaterra o de
acero de Suecia”
, reconocía Borges.
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Su idea de suicidio era degollarse
o bien
cortarse las venas. Mientras realizaba tal afirmación,
rectificó. El escritor confesó que, en lugar de la
navaja, creía que sería más efectivo el cianuro,
como así ejecutó la trágica acción Leopoldo
Lugones.
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“
La muerte, sin duda, me está acechando
, para
qué tomarme el trabajo. Antes de mi ceguera pensé
muchas veces en suicidarme. Ahora ya es un poco
tardeS yo creo que ya no necesito suicidarme”
,
continúo Borges con su confesión.
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Es u na de l os fragmen tos de u na seri e de
entrevistas que el periodista Rodolfo Braceli recoge
en su libro
Escritores descalzos
(Clave Intelectual,
201 2). Son, estas, un puñado de conversaciones
con el mencionado Jorge Luis Borges, pero también
con Gabriel García Márquez, Ray Bradbury o Woody
Allen, entre otros.
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Aquí, el ansia del periodista –aquel que busca de
la noticia inmediata- se diluye, porque Braceli opta
por entrevistas sosegadas, casi surrealistas, en las
que prefiere conocer más a la persona –sus manías,
sus gustos, su día a día- más que la frase noticiosa
del personaje.
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Es un libro recomendable para periodistas en
ciernes, puesto que Braceli incluye en su último
capítulo una especie de
manual de instrucciones
para convertirse en un buen entrevistador
o
reportero. Lo titula
Hacia una poética del reportaje
.
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En uno de estos consejos, recomienda, más que
preguntar,
conversar y escuchar
, sin menoscabo de
lanzar una pregunta “inaudita” a su entrevistado.
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A Borges, por ejemplo, le preguntó si alguna vez
había comido nueces con pan. El escritor argentino
le contestó que no, como no fue su respuesta
cuando Braceli le insistió si ya había renunciado a la
idea del suicidio.
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En una sola frase, Borges se hizo aún más
Borges. Y confesó el por qué de la renuncia. Su
sentencia fue digna de un buen epitafio:
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“En cualquier momento el tiempo me suicida”
,
dijo Borges.
David González Torres
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