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Fabiana tiene 22 años. Se presenta a la

consulta con semblante serio e intraquilo.

Llama a su síntoma: “ralladura de limón”.

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Al ser interrogada aclara: “me hago

cortes en los brazos, en el brazo iz-

quierdo. Estoy preocupada por esto. Al

principio me cortaba porque sí. Me

hacía cortes chiquititos. Probaba los

cuchillos en mí para ver cuánto cor-

taban. Hoy los cortes son más profun-

dos, y me quedan marcas en el cuerpo.

Ahora quiero cortarla con el corte. Me

preocupa”. Fabiana muestra sus cortes,

exhibe las lastimaduras, se detiene a

observarlas, las describe y las expone a

la mirada del otro.

`

La paciente aclara que,

además,

consulta por otras dos cuestiones que

hoy en día la aquejan: por un lado, sus

dudas en relación con su sexualidad:

“No sé si me gustan los hombres o las

mujeres, creo que soy bisexual, no tuve

relaciones ni

con hombres ni

con

mujeres,

pero dudo.

Por eso me

considero bisexual”; por otro lado, la

relación con sus padres: “no hay diálogo,

no me siento parte de esa familia”. Fabiana

refiere ser adoptada y despliega una se-

rie de explicaciones: “mi mamá biológica

quedó embarazada de mí cuando tenía

catorce años, era una nena, sé que vive

en el sur, y últimamente me dieron ga-

nas de ir a conocerla. Mi mamá “actual”

no podía tener hijos, por eso hablaron

con un juez amigo de Neuquén y agilizaron

las cosas. Siempre supe de mi adopción,

pero no sé por qué mi mamá biológica

quedó embarazada siendo tan chica.

Imagino que un hombre la violó, o que tuvo

un novio que la embarazó y se escapó.

Por momentos, la hago responsable y

por momentos, me da pena, tengo ganas

de saber qué fue lo que pasó, por qué

me abandonó”.

`

Fabiana refiere no sentirse parte de

su familia adoptante: “no hay lazo de

sangre, siento que no hay vínculo con

mis viejos. Me acuerdo que a los ocho

años me cerré por completo, no quería

estar con ellos, no me sentía parte de

esa familia, los desconocía. No podía

compartir nada, ni una fiesta, ni una

reunión familiar con ellos, es que no

había lazo de sangre”. La paciente

aclara que tiene un hermano que sí es

hijo biológico de sus padres y con el que

tampoco puede compartir más que una

conversación superficial. “No lo reconozco

como mi hermano, siento que no hay

lazos de sangre”.

`

Fabiana protesta y dice: “cuando hago

algo mal, ellos dicen que eso me viene

de otro lado, de mi familia biológica,

pero si hago algo bien, es algo que ellos

me inculcaron”. Sus padres remarcan

esta diferencia como si

no pudiesen

terminar de adoptar a Fabiana, como si

esta adopción no hubiese sido plena o

como si ella misma denunciase algo por

fuera de la ley, algo que no parece estar

del todo inscripto en el proceso simbólico

que implica la filiación, cualquiera que

sea, por naturaleza o por adopción. En

palabras de la paciente: “siempre que

hago algo que no les gusta me dicen

“mala hija”, no lo soporto. No soporto

que me digan mala hija. Esos son los

momentos en los que me corto, me hice

un corte grande cuando mi mamá me

dijo mala hija por primera vez, me va a

quedar para siempre.

Mamá me

cuestiona mi concepto de familia, y me

reprocha que mi

familia está en

Neuquén, no con ellos, no me siento

parte del clan familiar, la cosa no fluye”.

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