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clínicos periódicos, intentando incorporar rutina de

ejercicios y retomando actividades académicas.

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Creemos que parte de lo trabajado en sus espacios

hizo que M. pudiese atravesar varias crisis vitales sin

conductas autolesivas; a la vez que recurrir al equipo

tratante en situaciones de angustia.

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Hace unas semanas, M. adelanta su turno médico

ya que, un día antes de este, en la entrevista con su

psicóloga, explica que “olvidó” tomar su medicación

unos días y luego no se animó a retomarla sola. Dirá a

su psiquiatra que “tenía vergüenza de contarlo”,

temor a que esto se supiera y solicitó el adelanto del

turno ya que sabía que no podía continuar sin tomar su

medicación. Expresa miedo de volver a “sentirse mal y

querer lastimarse” y a su vez, miedo de tomarla sola y

“dormirse y no despertarse”.

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A partir de esto se decide, por un lado, restaurar el

plan de medicación; por otro, se lee como el comienzo

del armado de una demanda posible que incluye a

un otro en la trasferencia y evite así el pasaje al acto.

unas pastillas de M. A las pocas semanas su madre

fallece súbitamente en un accidente.

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Con l os antecedentes descriptos, pensamos

que el pasaje al acto estaría a la orden del día; sin

embargo, de a poco M. pudo empezar a ubicar

causas de su malestar.

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Esto no fue sin una dirección decidida de ambos

espacios donde, junto con el cambio farmacológico,

se forjara un lugar para que la palabra comenzara a

circular, intentando situar otro modo de resolución

de la angustia que el pasaje al acto (entendido por

tratamiento de lo real por lo real).

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De los cortes y golpes casi automáticos, apareció

el temor a los mismos, de los reiterados “no sé” que

solía decir pudo pasar a ubicarse que, frente a

acontecimientos que sentía como “abandonos o peleas”,

su reacción era cortarse o golpearse.

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Empezó a hablar sobre lo angustiante de la

muerte de su madre y la posibilidad de muerte de

otros seres queridos, del

miedo a retomar sus

estudios, de la angustia que le genera “crecer”, de lo

que ha hecho hasta el momento con su vida, entre

otros temas.

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También pudo generar algunas herramientas de

afrontamiento frente a los momentos de angustia,

ligadas a la palabra escrita.

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De este modo, comenzó a armarse un relato

sobre lo que la afectaba. Del afecto solo, puesto en

el cuerpo -goce desregulado que la empujaba al

pasaje al acto- a un afecto en las palabras, que le

permitiría acotar su impulsividad y correrla de la

posición de debilidad mental

en la que se

encontraba.

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Entendemos la debilidad mental en el sentido

estipulado por Lacan, que no alude a una deficiencia

cognitiva sino a un modo de desconocer el anclaje

en un discurso que fije una posición de sujeto.

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En el caso de M. creemos que esto se puede

pensar en sus reiteradas respuestas de “no sé”, que

lejos de permitirle armar un relato (S2) que signifique

su malestar, la dejaba sola con un goce mortífero.

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A su vez, empezó a expresar preocupación por su

imagen corporal hasta entonces desatend ida.

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Aunque inconstantes, se acompañan desde el

espaci o méd i co acti vi dades tend i en tes al

autocuidado, pudiendo cumplir, no sin una queja

pueril, puntualmente con los controles médicos.

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Se trabaja paulatinamente el propio control de la

medicación.

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Actualmente se encuentra realizando exámenes

`

En esta línea leemos también un último episodio

sucedido.

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Hacía más de dos años que M. no presentaba

ninguna manifestación a través del cuerpo para su

angustia. Esta vez relató en sus espacios sobre la

cercanía de la muerte a partir de una enfermedad grave

de una amiga. Pudo decir muy poco, se la notaba

muy concernida por esto. De golpe comenzó a “sentirse

mareada” y su cuerpo tomó una autonomía nunca

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