en urgencia en el que fracasa la representación,
tomado por lo que se denominan: fenómenos de lo real.
Se trata de aquellos fenómenos de desdoblamiento,
locura, pánico, despersonalización, pesadillas, con sus
derivaciones posibles de
actings
, y/o pasajes al acto.
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En cuanto al aporte de Lacan en relación con la
angustia,
es que la misma interviene en la
constitución del fantasma en la neurosis. Ya en el
origen de la constitución subjetiva ubicamos la
construcción del fantasma de suicidio. Hay un tiempo
mítico de completud, el de la “célula narcisismo-
madre fálica”, al
que le sigue la decepción, la
angustia por la falta de completud del objeto, que es
denominada angustia ante la castración.
Para
ilustrar ese tiempo, basta mencionar esos momentos
de la infancia en las que el niño se pregunta por su
lugar en el deseo de sus padres y lo hace activamente,
escondiéndose o diciendo que se va a ir de la casa,
para comprobar si les falta. La falta entonces es
constitutiva del deseo en el sujeto. Lacan va a
plantear que la angustia no es porque falte el objeto
sino que por el contrario, la angustia proviene de la
pérdida del apoyo de la falta. Es decir que cuando
falta la falta hay un sentimiento de completud que
angustia. Esto permite explicar aquellos suicidios
que no se originan en una pérdida, sino por el
contrario ante un sentimiento de felicidad.
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En relación con esa dimensión de falta como
condición deseante, el
sujeto se ve entre dos
imposibles: el de aceptar la pérdida del mítico objeto
del
goce y el
de esperar su reencuentro.
Imposibilidad estructural que al no ser reconocida
como tal conduce a la impotencia neurótica por la
tensión que se juega entre el yo Ideal y el Ideal del
yo. Se trata de dos conceptos, que justamente se
asocian a la dimensión de falta. El Yo ideal, que vive
añorando “aquel tiempo pasado que fue mejor”, y el
Ideal del Yo, que le señala al yo el camino de los
ideales. Esa tensión entre el yo Ideal y el Ideal del
yo, esa elasticidad se rompe al cortarse o coagularse
por alguno de sus extremos: de un lado: melancolía,
del
otro: exaltación maníaca de los ideales e
intolerancia. Ambas posiciones renegatorias pueden
terminar en un pasaje al acto. En este sentido,
Lacan va a rescatar la función de la angustia desde
sus desarrollos lógicos del tiempo, al aclarar que no
se trata en ella de prisa alguna que empuje al sujeto
a una actuación precipitada tal como se manifiesta
en l as urgencias subjetivas. Por el contrario, l a
angustia se mueve en esa dimensión a-temporal
propia de la expectación, en la medida en que en
ella se juega la función de la espera (erwartung).
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Otra cuestión a considerar es cuando en el ámbito
social un suicidio produce repitencias, efectos de
epidemia o contagio. Al respecto, Lacan sentencia
con agudeza:
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Es por eso que el suicidio tiene a la vez esa belleza
aterradora que lo hace tan terriblemente condenado por
los hombres, y esa belleza contagiosa que hace que las
epidemias de suicidios sean algo que en la
experiencia es todo la que hay de más dado y de
más real.
UNA LECTURA PSICOANALÍTICA DEL SUICIDIO
Con respecto a la estructura del suicidio como acto
fallido, Freud en
“Psicopatología de la vida cotidiana”
introduce la categorización de los suicidios en el
campo de los actos sintomáticos. En tanto acto
sintomático pueden ser interpretables y suponen la
amplitud del discurso inconsciente: es decir, que
aluden a postulados fantasmáticos. El suicidio está
presente en los grandes historiales freudianos ya
sea como impulsos suicidas ligados a la culpa
inconsciente, y su relación con el castigo, y con el
superyó. Sea derivado de un goce masoquista o de
un sadismo destinado a destruir el objeto, o bien como
formaciones reactivas. A partir de sus teorizaciones
sobre la pulsión de muerte ubica al suicidio como
fracaso del instinto de autoconservación.
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Para abordar las otras categorías de acting, pasaje
al acto y acto, es necesario repasar algunas nociones
básicas que permitan pensar el estatuto de la urgencia
subjetiva que es la que se puede abismar en el suicidio.
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Para esas nociones haré eje en el concepto de
angustia, en su relación con el concepto de falta.
Según Freud, la angustia es la clave de la neurosis.
La soledad, oscuridad, el desamparo, aluden desde
los comienzos de la constitución del psiquismo, a la
pérdida del
objeto.
El
sujeto padece tanto la
nostalgia por el objeto perdido como la ilusión de
reencontrarlo.
Imposibilidad que se traduce en
angustia, que esencialmente es ante lo que para el
ser humano es imposible de representar: el sexo y la
muerte. A su vez, en tanto señal, la angustia es
fundamental para la conservación de la vida. Es este
tipo de angustia la que acciona una consulta, distinta
de otras manifestaciones menos auténticas en
cuanto a la implicación de quien la padece, como
pueden ser las depresiones, los ataques de pánico
en las que domina la pulsión de muerte.
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Mucho más grave aún, es cuando se trata del
desencadenamiento de una angustia amenazante,
siniestra, situación en la que estamos ante un sujeto
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