aprender, pero en realidad yo sé que puedo, si me
pongo y practico, sé que puedo lograrlo. Necesito
que me ayudes”
. Se plantea así uno de los grandes
ejes a considerar desde el acompañamiento terapéutico.
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Es así que en la actualidad, Mabel ha mostrado un
gran entusiasmo por el inicio de un curso intensivo
de fotografía digital. El taller es teórico-práctico, consistente
en un encuentro semanal orientado a aficionados a
la fotografía de diversas edades y en donde se
desarrollan los conceptos básicos de la composición
y de la técnica fotográfica. Esto implica todo un reto para
ella, pues se trata de poder encarar un nuevo proceso
de aprendizaje, observando la manera de tramitar
cualquier tipo de frustración que pueda surgir ante
posibles inconvenientes. Ya que, como vimos, uno de
los grandes temas que se presentan en la vida de
Mabel es el hecho de no poder afrontar el “no saber”,
no dar lugar a la posibilidad de cometer errores, algo
que necesariamente está presente en todo aprendizaje.
“Tengo miedo,
viste cómo soy yoS enseguida
abandono, vos tenés que obligarme, me tenés que
incentivar. Yo sé que unas de las funciones del A.T.
es fomentar las capacidades del paciente, vos ayudame”
,
expresa Mabel.
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En este sentido, se ha planteado la posibilidad de
trabajar en equipo con Mabel repasando y aplicando
cada uno de los contenidos aprendidos en el taller.
Descubrir y utilizar cada una de las funciones de la
cámara digital, salir a la búsqueda de diferentes
escenarios para sacar fotos, buscar videos explicativos,
grabar las clases y trascribirlas, leer manuales y
textos relacionados a las temáticas vistas, son algunas
de las actividades propuestas. Generando así la
posibilidad de apuntalar, a través del acompañamiento,
este proceso que significa para Mabel todo un desafío,
siendo la meta propuesta el culminar por completo
d icho curso, l ogrando así al canzar l os objetivos
planteados desde el taller.
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Cabe destacar que para Mabel resulta gratificante
el poder transmitir y compartir sus conocimientos
con su acompañante, generando lo que ella denomina
como un proceso de retroalimentación, de ida y vuelta,
pues
“se trata de dar y recibir, y eso me hace bien,
sino no lo haría”
, afirma.
REFLEXIONES FINALES
Hemos visto como, a partir del caso expuesto, la
presencia del A.T. produce un particular espacio
terapéutico, un espacio que funciona como transicional
y que amortigua aquellos efectos que resultaron
desbastadores para el sujeto. De esta manera podemos
ver cómo, desde un primer momento, se produce entre
Mabel y su acompañante un encuentro dialógico por
excelencia. Un reconocimiento recíproco donde la
paciente se vuelve pleno participante de su decir. Por
sobre todo se trata en este caso de rescatar al sujeto
en su singularidad, sin quedarnos con ese rótulo
diagnóstico que la encasillaba en una situación sin
salida. Así, Mabel pudo ir desligándose gradualmente
del enfoque exclusivamente patológico de su vida.
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Hay alguien ahí que pide ser reconocido y, para que
exista un abordaje clínico posible, es de vital importancia
que la persona que padece pueda ser vista como un
sujeto, un sujeto que pueda ser interpelado por otro,
por un semejante. Se trabaja desde lo social, el
acompañante actúa como representante de ese otro
social que puede interpelar ese discurso que necesita
ser escuchado. El A.T. no es amigo, ni enfermero, ni
analista, pero implica una escucha clínica, como testigo
sin opinión personal, sin juzgar que tiende, a manera
de un puente, a abrir espacios que el sujeto percibía
como cerrados y de los que defensivamente se mantenía
alejado. El A.T. no se plantea como un modelo, sino
como una forma de mediatizar, como un facilitador
del vínculo con el medio circundante del sujeto.
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En definitiva, las actividades donde el A.T. hace
presencia versan en una gama de acciones dirigidas
a facilitar el lazo social. Se trata de apuntalar al sujeto
a desempeñar aquellas funciones con las que le resulta
difícil lidiar, como es el caso de Mabel y el tema de
la tecnología. Es a partir de este eje donde se abre un
abanico de posibilidades; por ejemplo: aprender a usar
el celular, la tablet y el caso puntual de iniciar el taller
de fotografía digital, son actividades que la propia
paciente propone y son productivas para ella. Por tanto,
motivan su interés y conducen a un proyecto personal
que permite crear una relación estable y sostenida
con su entorno.
“Siento orgullo de mí misma por todo
lo que hago”
, afirma Mabel, lo cual indica el grado de
confianza y seguridad que todo este proceso genera
en ella. En conclusión, el A.T. funciona aquí como un
soporte del hacer subjetivo y brinda por el recurso de la
palabra una suplencia al acto, mostrándose como una
opción viable y eficaz de apoyo al tratamiento.
Lic. Paula Gómez
Licenciada en Psicología U.N.L.P. Profesora de Psicología, U.N.L.P.
Pasante de la Carrera de Especialización en Psicología Clínica con
orientación psicoanalítica, U.B.A.
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